Tu Recuerdo.
Por Yanira Soundy.
El viento es monótono y seco. Pasan los días como los sueños y las voces, el ayer lánguido y triste.
¿Cómo escuchar tu voz en los labios del silencio?
Mírame – en la inmóvil yedra- imaginándote en la calma del ocaso, bajo la luz de un cielo estrellado.
Calla mi boca tu ausencia, en cada instante que pasa.
Soy la linfa del caudal disperso que se oculta, en esta noche íntima, donde esquivo la orfandad del pensamiento.
Dame una soledad intacta y pura, que pueda sentir la exceltitud del alma, oír tu risa en un niño jubiloso, escuchar la lluvia entre los recodos dormidos del jardín.
Así en el azul de tu distancia, a solas lloro tu abandono.
Si pudiera sentirme leve como el viento, llegar a ti humildemente sin sueños ni ataduras. Así, en el hondo anhelo de mi alma, sigo sin encontrarte.
Pinceladas violetas abren mi ventana, la brisa huele a rosas…tu voz inefable me grita en la senda estremecida.
La muerte oculta matices de belleza que aún no has penetrado.
Vibra tu alma cuando la sombra llega con sus tenues misterios.
¿Qué hacer sin tí? Me pregunto tantas veces, mientras la vida sigue su curso.
Tu espacio está lleno de rosas marchitas. Tú no puedes morir porque vas en nosotros y más allá de nosotros…
Este dolor nuevo, dolor llevado en las entrañas hace brotar acongojadas voces.
Hoy he comprendido la distancia y llegó hasta mi la honda tristeza.
Me invade la ternura, me quedo a dos pasos del llanto…
Padre: ¡Qué las enredaderas del olvido no cubran tu figura!
Agonía.
Por Yanira Soundy.
No hay lunas transparentes en los espejos. Esta noche, el frío toca la escarcha de tu invierno en pleno mes de octubre y la tristeza me crece por dentro.
Es el dolor que llena tus venas y una luz en la pureza que busca por donde escapar.
Acá no hay puertas ni ventanas. Sólo paredes sin retoques y un techo de preguntas sin respuestas. Estoy sola.
No puedo decirte que pasará este suplicio, ni que el color de tus ojos se abrirá a las amapolas… No puedo dejarte caminar sola aunque quieras, pues caerás una y otra vez. Escucho tu grito llamándome, alterada en la penumbra, buscando pretextos para ir al baño agarrada de mi piel.
Estoy aquí, junto a tí aunque en ocasiones no lo entiendas.
Solo tengo mis manos necias para tocarte en mi silencio y ayudarte a vivir la espina de este tiempo en agonía.
Levanto de pronto una marea de recuerdos, de cosas desprendidas y pasos azules, el cansancio destroza mis sentidos, la angustia y los nervios bailan un vals de burla en la terraza.
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